2 de diciembre de 2009

¿Sólo rectificar?

Rectificar es de sabios. Lo que ocurre es que la prensa pocas veces lo hace. Es posible que se deba a que casi nunca se equivoca (?) o a su inmenso poder.

El reciente suceso ocurrido en Tenerife ha obligado a la prensa a rectificar, después de haber emitido un juicio paralelo sin precedentes. Ha reculado ante un acontecimiento que informativamente se le ha ido de las manos.

La FAPE ha tocado 'generala' y los sindicatos de periodistas han puesto el grito en el cielo.

Este desgraciado suceso debe abrir una profunda reflexión en el seno de los medios informativos y en la propia sociedad.

Hay muchas preguntas que me hago:
  1. ¿Se contrasta debidamente la información?
  2. ¿Se deja actuar a la Justicia con sosiego y con el ritmo prudente y necesario?
  3. ¿Se deja intervenir a la Policía Judicial y Científica sin presiones informativas?
  4. ¿Por qué se hacen juicios paralelos y apriorísticos?
  5. ¿Los informes de urgencias médicas son solventes o están viciados por una psicosis de alarma social?
  6. ¿La presunción de inocencia es un derecho o una sospecha?
  7. ¿Qué repercusión y amplificación social tienen los linchamientos mediáticos?
  8. ¿Se hace un periodismo serio y consecuente?
  9. ¿Cómo se restituye el honor personal y las secuelas creadas por tanta tinta?
  10. ¿Rectificar es de sabios? Sí pero a veces es tarde.

En ocasiones, las personas y la sociedad civil están desamparadas ante una vorágine informativa desmesurada. No se trata de hacer una manifestación cívica en demanda de mayor rigor. Tampoco de condenar a la prensa como si fuera un producto residual porque es necesaria en una sociedad plural, participativa y democrática.

¿Qué hacemos, entonces?

Llevo años oyendo hablar de la autorregulación como un asunto esencial en la actividad periodística pero parece que nadie quiere coger el toro por los cuernos. La autorregulación no es censura sino un ejercicio de responsabilidad informativa. No hay que tener miedo a la autorregulación, salvo que sea vista como una merma de la libertad de expresión. Algo parecido ocurre en la política. Cuando alguien habla de suprimir el aforamiento de los diputados, éstos miran para otro lado.

La ansiedad por conseguir grandes titulares o exclusivas inéditas es un pecado capital de la prensa moderna, importado tal vez de la inmediatez radiofónica o televisiva. Furio Colombo, en su espléndido libro "Televisión: la realidad como espectáculo", analiza y describe este problema.

No veo tan grave que al socaire de unas fuentes seriamente confiables, se divulgue una noticia con el natural reconocimiento de la presunción de inocencia. Si la fuente es errónea, luego, puedes y debes rectificar. Lo grave es el juicio paralelo y el estado de opinión que se genera a partir de una información sin fundamento. Los medios y la sociedad nos estamos acostumbrando a 'investigar' antes que la Policía y a 'juzgar' antes que la Justicia. Esa es la gran reflexión que hay que hacer. Y, por supuesto, no echar la culpa a los lectores críticos de lo que ha sucedido. Éstos están al otro lado de la orilla.

Otro de los problemas es que muchos periodistas informan y opinan sin aceptar las críticas de sus lectores. Es como si estuvieran por encima del bien y del mal. El codeo con el alto poder les reviste de una prepotencia sin límites. Eso, sin contar con el vedetismo de algunos. Afortunadamente, cada vez hay más gente formada y analítica que espera y exige del periodismo una información contrastada y veraz. Esto no es una crítica, es una realidad.

Todos hemos ido más allá de la raya.

Bendita reflexión.