Esa tarde yo iba vestido con traje de chaqueta, uno que heredé de mi padre. Para ir más elegante y abrigado, se me ocurrió anudarme una corbata que había comprado en Milán, a dos palmos del Duomo, muy cerca de donde le rompieron los dientes a Berlusconi. Era de seda natural, con unos cuadritos muy simpáticos. Hasta ahí, todo perfecto. El asunto comenzó poco después.
Cuando me encontraba en la planta baja, se me acerca una señora muy agraciada y me dice que si le puedo vender un bolso de marca. Le dije que todos los que quisiera porque yo no era empleado de aquella tienda. La señora me pidió disculpas pero me seguía mirando con ojos de incredulidad y con cierta complicidad.
Luego subí a otra planta para echar un vistazo a unos regalos que debo dejar a un ahijado. De pronto, me aborda una dama solicitándome el precio de una 'Barbie' para su hija. Le puede decir cuánto valía gracias a una etiqueta llamativa que me sacó de aquel apuro. Fue muy amable conmigo. Al darse cuenta de que yo era un cliente como ella, me brindó una cálida sonrisa.
Después descendí varias plantas para examinar una prenda de lencería muy bonita. Se trata de un capricho inexcusable que suelo regalar por estas fechas. Aún no había aterrizado allí, me aparece otra 'Barbie' y me pregunta por la talla de aquella prenda. En ese momento, la corbata casi me asfixia.
Para estabilizar la tensión arterial, subí de nuevo hasta la planta de productos electrónicos. Mientras sorteaba los expositores, me interpela un cura vestido de paisano que deseaba compatibilizar Windows 7 en su Mac de última generación. Le indiqué que podía hacerlo de forma nativa o mediante una máquina virtual. Aquella santa criatura me dio las gracias y todo tipo de bendiciones. Antes de despedirse me preguntó cuál era mi turno de trabajo por si tenía que hacerme una nueva consulta. Le expuse que yo no era Linux y que tampoco trabajaba allí pero él pensó que se trataba de una mentira laica. La corbata ya me tenía desesperado.
Así en otras plantas. En cada una me aparecía un potencial cliente y es que todos establecían un vínculo inequívoco entre corbata y vendedor. Por donde único no pasé fue precisamente por la sección de corbatas, no sea que alguien pretendiera que le vendiera una.
La experiencia fue muy gratificante porque, sin proponérmelo, me permitió hacer relaciones públicas espontáneas y conocer a más gente aunque no vendiera ni un céntimo. Aquella tarde, mi cartera de conocidos se expandió exponencialmente.
Esta noche, usaré una pajarita para recibir el nuevo año. Felicidades.
Bendito nudo.
Intervine de inmediato para aclarar la cuestión, persuadiendo a aquel señor de que la camarera era una excelente profesional. Sabía personalizar la atención al cliente: para ti tres sobres porque eres goloso y para mí ninguno porque soy así. Ojalá encontremos en todos los servicios de restauración un personal que nos trate a la medida.
Si viajar en avión supone un riesgo, una estrechez y una angustia, mucho más lo será si no me dejan ir al servicio después de haber ingerido una par de 'garimbas'. Siempre que subo a un avión me doy cuenta de la inutilidad estadística de los chalecos salvavidas. En contadísimas ocasiones se usan. Con las nuevas medidas de seguridad, lo suyo sería sustituir esos chalecos o habilitar bajo los asientos bolsas recolectoras de orina, similares a las que se usan en los hospitales. De esta manera, cada pasajero adaptaría la sonda a su organismo para viajar sin una preocupación añadida.
Siempre he escuchado que el acceso a internet es caro en España. Tengo suscrito un contrato con un operador de telefonía y pago alrededor de 60 euros al mes para satisfacer esta necesidad de comunicación con otros. Eso, sin contar con los 60 que me cuesta cada año un antivirus decente. Por tanto, cuando desde el poder político me hablan del acceso universal a la Sociedad de la Información y el Conocimiento, pienso que alguien me está tomando el pelo. El acceso a internet es menos democrático de lo que dicen, mucho menos que aquella idea 'humanitaria' que alumbró Tim Berners-Lee en aras de que no existiera ninguna brecha digital.
En años anteriores tuve que hacer una cola inmensa antes de efectuar la compra. Este año ha sido más ágil. No había nadie delante de mí cuando llegué ni detrás cuando me fui. Los que sí hacían cola eran los jamones, esperando la entrada de un potencial cliente. Me despacharon muy rápido y me desearon todo tipo de felicidad en orden a superar esta crisis.
Pronto comprendí el motivo de su éxtasis aleatorio. Me explicó que ella tenía varios décimos del 10124 y que por 20 unidades de diferencia se quedó con las ganas. Ese mismo argumento se habrá repetido ayer en cientos de lugares y con miles de personas, como si las bolitas del bombo estuviesen alineadas secuencialmente unas detrás de otras. El que no se consuela es porque no quiere.
El tranvía es el mayor depredador que tienen otras alternativas del transporte público urbano. Lo curioso es que, mientras se construye, todo son críticas. Una vez en marcha, nadie deja de cogerlo.
En la segunda se refleja algo que es más común de lo que parece. Cada vez hay más gente que dentro de su propia casa se comunica entre sí utilizando tecnologías o redes que fueron concebidas para largas distancias. Como todo, tiene su ventaja. Si el aliento está impregnado de una atmósfera de cebollas o ajos, este método puede ser muy útil porque nos permite mantener la comunicación sin tener que mirar para otro lado. De camino, también se ahorra pasta de dientes. En este contexto, el medio es el mensaje. Ya lo dijo hace tiempo McLuhan.
Zapatero está en una encrucijada porque quiere contentar a todos y eso no es fácil. Afortunadamente, la presencia o ausencia de cruces no guarda un correlato mimético con una u otra ideología. Esa dicotomía ya está superada. Ahora la situación es otra y pudiera tener su contestación social o electoral. Eso lo sabe muy bien el presidente.
Sin embargo, los medios de comunicación nos han acostumbrado a llamar
Por antonomasia, el lugar del portero es la puerta y el del 'gorila' el medio natural o un zoológico.

Es posible que no adopten este procedimiento aunque es cierto que más de uno estaría privado por salir en la foto junto a una jeringuilla. Supongo que se vacunarán con la mayor de las discreciones para evitar una crítica masiva amparada en el argumento de que este acto sería un nuevo indicador de su exquisita situación de privilegio.






