1 de septiembre de 2009

A la gripe

El comienzo del nuevo curso es inminente y algunos ya empiezan a estornudar. Aunque la 'A' mayúscula sigue siendo la misma, el criterio de su potencial peligrosidad ha cambiado.

Durante el periodo estival he examinado distintas informaciones provenientes de la esfera pública como antesala de lo que se espera. Para curarme en salud, a principios de agosto me inyectaron la primera dosis contra el tétanos, por si acaso. Dentro de unos días debo recibir la segunda y antes de un año la tercera y última. Todo lo que he leído y escuchado ha servido para crear en mí una sensación de incertidumbre, improvisación y cierto temor ante una situación nueva y desconocida. Me temo que se darán muchos palos de ciego y que el sistema educativo será una víctima más sin remedio.

Hasta ayer el criterio oficial establecía que un 40% de la población sería vacunada. En ese contingente figuraban los alumnos hasta 14 años. Hoy, la cosa ha cambiado. Parece ser que ya no se vacunará a ese alumnado ni al profesorado. Paradójicamente, observo que se amplía el espectro de vacunación a un 60% de los ciudadanos. ¿Qué nos dirán mañana?

En medio de este baile informativo y criterial, leo en la prensa que los centros de enseñanza han de habilitar un aula ventilada para aislar al alumnado que presente algún síntoma de alerta. Además debe haber en ella un adulto a su cuidado. ¿Será el profesor más nuevo en el escalafón? Cuando uno lee estas cosas no sabe si le están tomando el pelo o si se trata de una medida sopesada y con criterio. Cuanto menos me produce escalofrío y unas décimas de fiebre. Por un momento pienso en las zonas de medianía de nuestras islas. Entrado el otoño, si ventilamos generosamente el aula, eso conlleva una circulación de aire fresco y húmedo que puede incentivar aún más el estornudo y la sensación de contagio. Supongo que debió caérsele el pelo al gestor de esta brillante idea. En los manuales de organización escolar, siempre se ha insistido en que las aulas deben tener la suficiente ventilación e iluminación, con independencia de una situación de pandemia o de otra circunstancia coyuntural adversa. ¡Qué broma es ésta!

Si el riesgo evidente tiene relación consustancial con la concurrencia de personas de diferente procedencia y edad (alumnos, profesores, padres, personal auxiliar...), las medidas que se adopten han de perseguir el menor contacto posible entre ellas. En un centro educativo es bastante complicado porque aún no estamos preparados para la enseñanza no presencial. Además hay otras razones de naturaleza social y asistencial que lo harían inviable.

Pero llegado el caso, si el efecto real se agudiza, habría que tomar medidas mucho más expeditivas que esa 'genialidad' consistente en disponer de un aula aislada y ventilada. En Francia no se andan con chiquitas. El virus puede producir una nueva revolución.

Entre otras, pudieran adoptarse varias decisiones transitorias que diezmarían el ya precario sistema:

  1. ¿Suspender las visitas de padres? Así se evitaría la entrada en el centro de personas potencialmente portadoras de la enfermedad.
  2. ¿Suspender las actividades extraescolares dentro del centro? Así se evitaría la permanencia prolongada de una parte del alumnado y su contacto con el personal que las desarrolla.
  3. ¿Suspender los exámenes orales? Así se evitaría la proximidad física entre el examinador y el examinando. Este tipo de pruebas produce tos y cierto malestar.
  4. ¿Suspender la enseñanza de la letra A? Así se minimizaría la fobia creciente hacia esta querida vocal.
  5. ¿Suspender los recreos colectivos? Así se evitaría la concurrencia de muchos alumnos en un espacio común.
  6. ¿Suspender el transporte escolar?
  7. ¿Suspender los comedores escolares?
  8. ¿Suspender el envío de los ordenadores prometidos? Así se evitaría la aparición de otros virus concurrentes con el primero.
  9. ¿Suspender el diálogo entre la Administración y los sindicatos? A estas alturas, tengo serias dudas acerca de quién está en una situación de mayor riesgo.
  10. ¿Suspender las medidas aprobadas? El tiempo lo dirá...

Nunca un año sabático ha tenido tantas probabilidades de instaurarse.

Bendita vocal.