6 de diciembre de 2009

Crucifijos

Titular de prensa:

"El Congreso insta al Gobierno a retirar los crucifijos de los colegios"

Hace unos días se me ocurrió hacer un breve comentario a esta noticia, que informaba de la supresión de los crucifijos en las escuelas. Es un asunto controvertido. Como saben, suelo comentar informaciones u opiniones que entresaco de la prensa local de Tenerife. Algunos de mis estimados y comprensivos destinatarios hicieron un sano ejercicio de feedback y se me tiraron al cuello por lo que dije o, tal vez, por lo que interpretaron que quise decir y no dije. Incluso hubo uno que, siendo colaborador de prensa, se quejó por el envío de mensajes sin previo anuncio de disconformidad hacia mí. De todo hay en la viña del señor.

No obstante, sigo vivo y me gustaría matizar y profundizar algo más el contenido y alcance de esa noticia.

Personalmente, no me molestan los crucifijos ni tampoco el Corán o el escudo del Real Madrid o del Barcelona. En cosa de poco tiempo, hemos pasado de una sociedad de pensamiento abstracto a otra de pensamiento figurativo, simbólico. Tengo entendido que el Real Madrid es laico y no ha tenido ningún inconveniente en contratar a Cristiano Ronaldo.

En épocas anteriores, la presencia o ausencia de crucifijos en lugares públicos estaba íntimamente ligada al régimen político en curso, más que a la identidad religiosa o laica de los ciudadanos. Ahora, por lo que leo, parece que esa presencia (?) o ausencia obedece a cuestiones que invocan los Derechos Humanos. Ni el crucifijo es un cañón ni el Corán un proyectil con cabeza nuclear. Son simplemente signos externos representativos de una cultura o de una creencia.

¿Cómo se imbrica todo esto con el espíritu de la Alianza de Civilizaciones? ¿Son inconstitucionales los crucifijos?

Si la escuela es un foro de convivencia, ciudadanía y tolerancia, una microsociedad inmersa en una macrosociedad icónica y diversa, esa escuela puede armonizar la presencia pacífica, integradora y multicultural de símbolos que no atenten contra los derechos fundamentales o la dignidad de la persona. Aunque el Estado sea laico, sus ciudadanos son diferentes. Tienen sensibilidades y creencias. Ni todo es tan laico ni tan santurrón. Sería más oportuno lo ecléctico. El asunto no debería consistir en otorgar primacía a unos sobre otros porque no se trata de un monopolio. Pero tampoco es cuestión de pasar la apisonadora. Lo plausible sería la multipresencialidad. En el próximo Mundial de Fútbol ondearán muchas banderas juntas y nadie se rasgará las vestiduras, ni siquiera aquellos que están en contra de ese símbolo tan universal.

No soy fumador pero nunca me ha molestado que alguien en mi compañía disfrute de un delicioso cigarrillo, si esa es su 'creencia' o necesidad. Y tampoco tengo ningún inconveniente en acudir cada domingo a un restaurante diferente. Unas veces prefiero la cocina griega y otras la vasca. Hay días que consumo platos turcos y en otros prefiero unos sabrosos tollos en salsa con papas negras. Nunca este contraste conciliador me ha producido gastroenteritis ni conflictos ideológicos o doctrinales. Lo hago en virtud de mi Derecho Humano a elegir el plato preferido. Sin embargo, hay quienes optan por otro menú. Todo es compatible porque los restaurantes disponen de una carta variada y nuestros gustos son diferentes. Lo que no sería aceptable es que el cocinero te imponga un único plato o te deje morir de hambre...

No acabo de entender que se quiten los crucifijos de los lugares públicos y que, a la vez, se siga haciendo la Fiesta de la Cruz en Santa Cruz, propiciada y financiada por el Ayuntamiernto, que también es laico. Tampoco entiendo que se malgaste tanto dinero en aviones de guerra, que tienen forma de cruz, y son una letal amenaza para la vida. Un crucifijo, el Corán o un velo no matan. En todo caso, advierten, identifican, protegen o previenen.

Zapatero está en una encrucijada porque quiere contentar a todos y eso no es fácil. Afortunadamente, la presencia o ausencia de cruces no guarda un correlato mimético con una u otra ideología. Esa dicotomía ya está superada. Ahora la situación es otra y pudiera tener su contestación social o electoral. Eso lo sabe muy bien el presidente.

Privar a la gente de símbolos que forman parte de su idiosincrasia equivale a retirar una seña especifica de identidad. En el contexto actual, una sociedad sin símbolos es una sociedad apátrida, sin pasaporte.

Todo esto viene a cuento de que hace unos días comenté que en mi infancia viví con gente 'progresista' en el edificio San Wenceslao, enclavado en la calle Santa Dorotea del Niño Jesús, perteneciente al distrito de San Eugenio. Y nadie protestaba por el uso de esos significantes.

A este paso, me van a obligar a vivir en una tienda de campaña.

Bendita convivencia.