28 de julio de 2009

Se vende

No se trata de un coche ni de un piso. El anuncio lo acabo de ver en una heladería. Había varias neveras abarrotadas de helados y, entre ellas, destacaba una completamente vacía, sin iluminación interior, sin vida, de la que colgaba un enorme cartel con este mensaje: SE VENDE.

Aquel anuncio me llamó poderosamente la atención porque cuando acudo a una heladería no espero encontrarme con ese tipo de transacciones. Me resulta más sugerente adquirir los sabores preferidos antes que el continente que los alberga. ¿Para qué quiero una nevera específica y sin helados?

Lo primero que hice fue preguntar al propietario por qué la vendía. Me explicó la razón invocando la consabida crisis. Por lo visto, las ventas no guardan una correlación natural con las altas temperaturas. Ha hecho un estudio económico y ha visto que si mantiene activo ese frigorífico, le genera más pérdidas que si se desprende de él por la vía de urgencia. Por eso lo vende. También me habló del consumo eléctrico, del gasto de mantenimiento y de la volumetría, como elementos no coadyuvantes en la actual coyuntura.

Llegado a un punto de la conversación, le pregunté: ¿A qué vienen los clientes a este establecimiento? A comprar helados, me dijo. Entonces, si vienen a comprar helados, no es muy probable que salgan de aquí con una hermosa nevera. Por tanto, le indiqué que es difícil que alguien se la compre desde la propia heladería y con ese cartel un tanto interiorista y sin mayor resonancia. No obstante, antes de irme, le dejé en su cabeza una propuesta no descabellada: se la compro si me la vende llena helados y sólo por el precio de los helados. Aquel hombre se lo está pensando...

En defensa de mi 'arriesgada' propuesta, le argumenté que algunas entidades financieras y muchos medios de comunicación utilizan una estrategia muy sutil para vender productos propios que algunas personas se resisten a comprar. Para ello, ofrecen como reclamo otros artículos que no son inherentes a su actividad productiva o económica. Conozco un banco que me ha ofrecido ordenadores y vajillas si le deposito unos ahorrillos ganados en una partida de parchís. Hay periódicos de mi entorno que a menudo reclaman mi lectura ofreciéndome tazitas de café y boberías diversas que no sé dónde demonios las voy a poner. Una cosa no tiene nada que ver con la otra. Sin embargo, entiendo que mi oferta fue bastante coherente. Es como si compro unos zapatos y solicito que me los vendan con la caja.

Siempre he tenido una visión compartimentada de la actividad económica, distante de solapamientos y competencias desleales. De pequeño, me había educado en una cultura sectorial donde las boticas sólo vendían medicamentos y las ferreterías clavos. Lo cierto es que todo está cambiando de tal manera que ya casi nada me resulta extraño. Si mi doctora me ofreciera una PSP por confiar en ella, por qué voy a rasgarme las vestiduras si en aquella heladería han decidido vender un inmejorable frigorífico. Que un banco 'comercialice' artículos no financieros o que un periódico 'regale' chucherías me resulta difícil de digerir pero tendré que acostumbrarme.

Hay una necesidad imperiosa de vender porque casi nadie se decide a comprar.

Bendita economía.