27 de julio de 2009

El Tour

No hace falta especificar que el El Tour es el de Francia. Si no fuera así, no sería El Tour. Antes fue El Giro y después será La Vuelta. Italia, Francia y España protagonizan los tres eventos ciclistas más importantes del mundo.

Sin embargo, El Tour de este año ha sido muy diferente. Ha habido dos carreras paralelas. Una en la carretera y otra en los hoteles de concentración. La sombra permanente de Armstrong no fue suficiente para eclipsar el poderío y la bravura de Contador. Viendo las imágenes de esta 96ª edición, me vienen a la cabeza las hazañas de Indurain, Olano o Perico Delgado.

El final de este Tour no se recordará precisamente por la exquisitez institucional y protocolaria que suele ser habitual en una competición de élite. Cuando en deportes como el fútbol o el tenis España queda en lo más alto, siempre veo una representación institucional más completa y acorde con la ocasión. En el ciclismo no ocurre así, siendo El Tour el rey de reyes en el ámbito internacional.

Este año, además, el triunfo de Contador, previsto y esperado de antemano, ha tenido dos episodios grises, coincidentes en el día en que su protagonismo y valía le alzaban al podio. Sarkozy sufre un yeyo mientras corría a pie y el himno nacional danés servía de fondo al reconocimiento definitivo de un nuevo maillot amarillo español.

Hay que dar gracias a Dios porque el presidente no iba en bicicleta y porque el primer himno que sonó no fuera el de Gibraltar.

Bendito protocolo.