12 de enero de 2009

El mando

En los hogares de la sociedad analógica el mando lo ejercía el padre o la madre. En la nueva sociedad digital ha habido un cambio de autoridad. Ahora manda el mando.

A menudo lo constato en la casa donde habito. Somos cuatro los miembros de la unidad familiar. Con la última incorporación, ya son 18 los mandos a distancia que hay en ese hogar. Nunca 70 metros cuadrados albergaron tanta autoridad. Todos están operativos las veinticuatro horas del día. Todos ejercen un 'poder' legítimo emanado de la tecnología de consumo.

En realidad, el conflicto surgió hace años. Un día nos dimos cuenta de que con un televisor era insuficiente para atender las necesidades informativas, de distracción... de cada componente de la familia. Así que, compramos un segundo televisor, con un segundo mando. Aquello fue un parche porque siempre quedaban dos personas que no podían elegir libremente su programación preferida. El derecho a la información y al entretenimiento siempre ha sido una reivindicación permanente en ese hogar.

Cuando, por fin, conseguimos ser una familia televisivamente democrática, se nos presentó un problema sobrevenido. Con cuatro televisores en la casa, tuvimos que realizar una reforma interior para que la señal llegara a todas las habitaciones, incluidos los baños y la cocina. Resulta impensable que un mando pueda transformar la organización familiar y la economía doméstica de forma tan autoritaria y determinante.

Además, eran televisores antiguos, de rayos catódicos. Ese hecho hizo que nos viéramos en la necesidad de adquirir cuatro sintonizadores de la TDT, uno para cada televisor y cada uno con su mando. Sin embargo, no nos arrepentimos. Todo tiene su ventaja, hasta el mando. En épocas de frío, damos la orden de encendido simultaneo a los ocho aparatos. El calor que disipan se reparte uniformemente por los dos baños, la sala de estar y el escritorio. De esta manera, hemos evitado comprar una estufa, sobre todo para ahorrarnos un nuevo mando. El único problema es cuando hay que reponer las pilas. Cuestan un dineral y caducan antes que un yogur.

Las consolas, el vídeo, el DVD, el sintonizador de radio, la minicadena...
Seguro que me olvido de alguno.
Claro que sí: el mando disparador de la cámara fotográfica.
El infrarrojo de la impresora portátil. El ratón inalámbrico.
Las presentaciones de PowerPoint. El cañón multimedia... La puerta del garaje también abre con un mando. La cerradura del coche. Y la caja fuerte donde guardo el dinero para comprar las pilas. Ya no sé a quién obedecer. No los tengo jerarquizados. Con tanto mando se me plantea un serio problema de protocolo.

Aquella casa parece el piso piloto de una gran superficie. Sólo le falta un 'seguritas' a la entrada y las estanterías. Una de mis hijas acaba de hacer una propuesta que estamos estudiando. Según ella, lo más práctico es que elaboremos un censo actualizado de todos los mandos, que lo guardemos en una base de datos y que compremos un mueble específico para estacionarlos cuando se encuentren en standby. La mayor duda que tengo es si ese mueble también trae su propio mando.

Bendita autoridad.