El primero sería un ejemplo de arrobancia. El segundo, de originalidad. En realidad, esto no deja de ser un parche. Se ha intentado solucionar un problema creando otro. Tanto en la Administración como en el ámbito educativo y en otros sectores de la sociedad observo la rápida penetración y el empleo de esta grafía para ese fin. La correspondencia fónica es harina de otro costal. En un ambiente coloquial, no formal, puede entenderse. Sin embargo, cuando se usa en cosas serias habría que tener más cuidado. El grado de ortodoxia puede llegar a extremos inconsistentes, en los que uno no sabe muy bien si lo que se pretende conseguir es una equidad de género o simplemente llamar la atención. Este ejemplo estaba colgado en un pasillo de una empresa.
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Dado que el español es una lengua en expansión, si se aceptara la arrobancia como la mejor solución, no estaría de más que el Gobierno desplegara una ofensiva diplomática ante los organismos internacionales que 'controlan' Internet en defensa de alguna de estas propuestas:
- La inclusión de arrobas de género en una dirección de correo.
- El uso de otro signo exclusivo para identificar las cuentas de correo.
- El uso de arrobas en los dominios multilingüe.
En informática todo es posible. Nada es estable ni definitivo.
Hace un par de años tuve una experiencia singular relacionada con este asunto. Aprendí mucho de ella. Un día recibí un folleto procedente de un departamento de la Administración encargado del área deportiva. El documento tenía membrete oficial y todo el formalismo que suele ser habitual en un texto administrativo. Sólo había algo anormal: la arrobancia. Cada vez que hacía referencia a los niños y las niñas, el redactor había estampado el cuño que todos conocemos. Incluso, llegué a pensar que la reiteración y el énfasis que ponía en esa forma expresiva respondía más a una moda del momento que a resolver el verdadero problema. Hay un sexto sentido que así me lo hizo ver.
De inmediato, envié un escrito de queja pidiendo explicaciones por tanta arrobancia. Recibí una respuesta que contesté con más contundencia. En la Administración y en el ámbito educativo debe usarse exclusivamente la lengua oficial del Estado, de acuerdo con las normas que establecen las instituciones académicas. Para eso están. Y si no, cambiemos el reglamento.
Bendita arroba.