9 de enero de 2009

Analógico y digital

Hemos pasado de una sociedad analógica a otra digital. Sin embargo, no tengo tan claro que cada individuo haya experimentado ese tránsito. Ni siquiera creo que sea bueno que se haga en su totalidad. Ni somos tan digitales como parece ni hemos dejado de ser analógicos como algunos quisieran.

Lo digital tiene sus ventajas y lo analógico también. El ser humano aprende por imitación y por analogía. Por tanto, si siempre estamos aprendiendo, debemos contar con este magnífico recurso, incluso para entender el complejo entramado de lo digital.

Hace unos años tuve una experiencia muy curiosa en relación con este asunto. A diario asistía a unas sesiones de rehabilitación y fisioterapia para recuperar la movilidad en una de mis manos. Aquel centro estaba dotado de la mejor tecnología. Lo digital era su sello de identidad.

Cada día, durante una hora y media, me sometía a distintos ejercicios y terapias donde el binomio analógico-digital estaba decantado hacia el segundo término. No tengo nada contra lo digital pero siempre que salía de aquel lugar me iba con la sensación de que los ejercicios manipulativos y la terapia activa que había recibido eran indudablemente eficaces.

Estaba en una de esas sesiones cuando sonó el teléfono. Era la esposa de un fisioterapeuta. De pronto vi que a aquel hombre le cambió el color de la cara. Se puso pálido. El humor se le invirtió. Los ojos se le congelaron y la voz apenas articulaba una palabra con sentido. Pensé que había ocurrido algo irreversible. Casi le doy el pésame. Si no lo hice fue porque mi mano derecha estaba en rehabilitación.

Pasados unos minutos me explicó lo que había sucedido. Resulta que aquella tarde su esposa estaba ocupada en tareas domésticas y había desconectado todos los cables que unen el televisor con otros aparatos. Cuando intentó poner las cosas en su sitio, se encontró con un galimatías de conexiones que no supo resolver.

Eso es lo anecdótico, le puede pasar a cualquiera. Lo sintomático y preocupante fue lo que me dijo después: "Esto me ocurre porque mi mujer es analógica y yo soy digital." Inmediatamente, lo reprendí porque entendí que sus palabras iban más allá de lo procedente.

Desafortunadamente, ese hecho veo que se repite en la calle todos los días. Vivimos en una sociedad en la que ser analógico es comparable a ser anticuado, de otra época, inculto... Hay personas que, deliberadamente, quieren seguir siendo analógicas y eso está muy bien. Hay que respetarlo. Lo digital es un adelanto fantástico pero no es ninguna panacea.

De pequeño, mi madre me amamantó con un pecho analógico. Si ahora tuviese que repetir aquella experiencia, volvería a elegir esa opción. La leche de teta digital puede ser más abundante pero es menos natural.

Bendita lactancia.