4 de enero de 2009

Controversia: es Navidad

El término 'controversia' me lo sugirió un amigo. La apelación a la 'Navidad' es aportación mía. Los uní y obtuve más controversia. Verás.

Cada año cuando se aproxima la Navidad me echo a temblar. Es una fiesta que ha ido cambiando con el transcurso del tiempo. Prefería la Navidad de mi infancia. Hacía más frío y había menos comodidades. Incluso el turrón tenía otro sabor. La Wii no existía y el microondas era un sueño.

Ahora me cuesta más disfrutar de la Navidad, tal vez porque me hice una imagen equivocada de esta fiesta. Pensaba que en la Navidad yo siempre sería un niño. Sin embargo, el tiempo ha puesto las cosas en su sitio y me ha demostrado que no es así. Antes, tenía a mi lado a mis padres, a mis tíos, a mis abuelos... Ya se han ido. Ahora, casi no me tengo ni a mí mismo.

La Navidad de antes era más tranquila, porque era Navidad. En la de ahora, la gente se endeuda, se altera, se pelea y hasta se mata. Las razones son diversas: herencias no agradecidas, exceso de alcohol, incomprensión, infidelidad, violencia salvaje... Muchos hermanos no se ven durante el año y aprovechan la Nochebuena para organizar discusiones familiares que no conducen a nada. Sin embargo, unos minutos antes han tenido la delicadeza de desearse: ¡Feliz Navidad!

Ahora celebramos una Navidad enferma porque estamos diseñando una sociedad emocionalmente enferma. Al menos, en eso somos coherentes. Veo a la gente por la calle con mala cara, con tristeza, con apatía... Todo el mundo va mirando para el suelo, olfateando el asfalto en busca de un regalo que nadie necesita o de un capricho prescindible. Es una Navidad más artificial. Es la Navidad del consumo innecesario y de la publicidad persistente.

Las grandes superficies se obsesionan por hacer el 'agosto' en la Navidad. Deben ser las consecuencias del cambio climático. Estamos ante un hecho irreversible. Ahora, una tableta de turrón se desliza peligrosamente dentro del envoltorio, como si de un iceberg sin rumbo se tratara. La caja le queda más ancha que nunca. Antes no era sí: el volumen de la tableta coincidía con el del envase. Es una Navidad mermada, una Navidad sin 'peso'.

Los políticos nos desean en estos días lo mejor, cuando muchos de ellos están el resto del año celebrando su Navidad. Es la Navidad de las sonrisas fotogénicas y de los contrastes. De la subida de la luz y de la hibernación de los sueldos. Sencillamente, una Navidad mediática pero sin mensaje. Es el nuevo espíritu de la Navidad.

Tal vez la Navidad de ahora sea la Navidad de los animales. Lo digo porque son los usufructuarios de una ingente cantidad de comida que preparamos y tiramos sin ton ni son. Es la Navidad de la repetición de plato. Desde la Nochebuena hasta después de Reyes, día tras día, estamos tomando el mismo caldo o el mismo festín. Es la Navidad de la dieta equilibrada.

La Navidad de antes tenía un sello inconfundible, hogareño y matriarcal.
La de ahora ha evolucionado hacia nuevas tendencias. Antes, después de la cena, todo el mundo se quedaba en casa. Ahora, aún sin saborear el postre, salimos disparados en busca de otra diversión. La de antes era un canto obligado a la sobriedad. La de ahora es una libre sinfonía al gasto. Recuerdo una imagen infantil que nunca se me ha borrado. Cuando mi madre me daba una peladilla, yo la chupaba despacio, muy despacio, procurando que me durara hasta la víspera de Reyes. Ahora, la gente ya no se entretiene en masticar. El verbo que está de moda es tragar y tragar. Y si se hace de forma rápida e irreflexiva, mejor.

Bendita peladilla.