12 de enero de 2009

El mando

En los hogares de la sociedad analógica el mando lo ejercía el padre o la madre. En la nueva sociedad digital ha habido un cambio de autoridad. Ahora manda el mando.

A menudo lo constato en la casa donde habito. Somos cuatro los miembros de la unidad familiar. Con la última incorporación, ya son 18 los mandos a distancia que hay en ese hogar. Nunca 70 metros cuadrados albergaron tanta autoridad. Todos están operativos las veinticuatro horas del día. Todos ejercen un 'poder' legítimo emanado de la tecnología de consumo.

En realidad, el conflicto surgió hace años. Un día nos dimos cuenta de que con un televisor era insuficiente para atender las necesidades informativas, de distracción... de cada componente de la familia. Así que, compramos un segundo televisor, con un segundo mando. Aquello fue un parche porque siempre quedaban dos personas que no podían elegir libremente su programación preferida. El derecho a la información y al entretenimiento siempre ha sido una reivindicación permanente en ese hogar.

Cuando, por fin, conseguimos ser una familia televisivamente democrática, se nos presentó un problema sobrevenido. Con cuatro televisores en la casa, tuvimos que realizar una reforma interior para que la señal llegara a todas las habitaciones, incluidos los baños y la cocina. Resulta impensable que un mando pueda transformar la organización familiar y la economía doméstica de forma tan autoritaria y determinante.

Además, eran televisores antiguos, de rayos catódicos. Ese hecho hizo que nos viéramos en la necesidad de adquirir cuatro sintonizadores de la TDT, uno para cada televisor y cada uno con su mando. Sin embargo, no nos arrepentimos. Todo tiene su ventaja, hasta el mando. En épocas de frío, damos la orden de encendido simultaneo a los ocho aparatos. El calor que disipan se reparte uniformemente por los dos baños, la sala de estar y el escritorio. De esta manera, hemos evitado comprar una estufa, sobre todo para ahorrarnos un nuevo mando. El único problema es cuando hay que reponer las pilas. Cuestan un dineral y caducan antes que un yogur.

Las consolas, el vídeo, el DVD, el sintonizador de radio, la minicadena...
Seguro que me olvido de alguno.
Claro que sí: el mando disparador de la cámara fotográfica.
El infrarrojo de la impresora portátil. El ratón inalámbrico.
Las presentaciones de PowerPoint. El cañón multimedia... La puerta del garaje también abre con un mando. La cerradura del coche. Y la caja fuerte donde guardo el dinero para comprar las pilas. Ya no sé a quién obedecer. No los tengo jerarquizados. Con tanto mando se me plantea un serio problema de protocolo.

Aquella casa parece el piso piloto de una gran superficie. Sólo le falta un 'seguritas' a la entrada y las estanterías. Una de mis hijas acaba de hacer una propuesta que estamos estudiando. Según ella, lo más práctico es que elaboremos un censo actualizado de todos los mandos, que lo guardemos en una base de datos y que compremos un mueble específico para estacionarlos cuando se encuentren en standby. La mayor duda que tengo es si ese mueble también trae su propio mando.

Bendita autoridad.

9 de enero de 2009

Analógico y digital

Hemos pasado de una sociedad analógica a otra digital. Sin embargo, no tengo tan claro que cada individuo haya experimentado ese tránsito. Ni siquiera creo que sea bueno que se haga en su totalidad. Ni somos tan digitales como parece ni hemos dejado de ser analógicos como algunos quisieran.

Lo digital tiene sus ventajas y lo analógico también. El ser humano aprende por imitación y por analogía. Por tanto, si siempre estamos aprendiendo, debemos contar con este magnífico recurso, incluso para entender el complejo entramado de lo digital.

Hace unos años tuve una experiencia muy curiosa en relación con este asunto. A diario asistía a unas sesiones de rehabilitación y fisioterapia para recuperar la movilidad en una de mis manos. Aquel centro estaba dotado de la mejor tecnología. Lo digital era su sello de identidad.

Cada día, durante una hora y media, me sometía a distintos ejercicios y terapias donde el binomio analógico-digital estaba decantado hacia el segundo término. No tengo nada contra lo digital pero siempre que salía de aquel lugar me iba con la sensación de que los ejercicios manipulativos y la terapia activa que había recibido eran indudablemente eficaces.

Estaba en una de esas sesiones cuando sonó el teléfono. Era la esposa de un fisioterapeuta. De pronto vi que a aquel hombre le cambió el color de la cara. Se puso pálido. El humor se le invirtió. Los ojos se le congelaron y la voz apenas articulaba una palabra con sentido. Pensé que había ocurrido algo irreversible. Casi le doy el pésame. Si no lo hice fue porque mi mano derecha estaba en rehabilitación.

Pasados unos minutos me explicó lo que había sucedido. Resulta que aquella tarde su esposa estaba ocupada en tareas domésticas y había desconectado todos los cables que unen el televisor con otros aparatos. Cuando intentó poner las cosas en su sitio, se encontró con un galimatías de conexiones que no supo resolver.

Eso es lo anecdótico, le puede pasar a cualquiera. Lo sintomático y preocupante fue lo que me dijo después: "Esto me ocurre porque mi mujer es analógica y yo soy digital." Inmediatamente, lo reprendí porque entendí que sus palabras iban más allá de lo procedente.

Desafortunadamente, ese hecho veo que se repite en la calle todos los días. Vivimos en una sociedad en la que ser analógico es comparable a ser anticuado, de otra época, inculto... Hay personas que, deliberadamente, quieren seguir siendo analógicas y eso está muy bien. Hay que respetarlo. Lo digital es un adelanto fantástico pero no es ninguna panacea.

De pequeño, mi madre me amamantó con un pecho analógico. Si ahora tuviese que repetir aquella experiencia, volvería a elegir esa opción. La leche de teta digital puede ser más abundante pero es menos natural.

Bendita lactancia.

8 de enero de 2009

Arrobancia

Siempre ha habido gente arrogante. Es una característica del ser humano. Desde hace algunos años ha surgido un nuevo perfil: la arrobancia. Este término todavía no ha sido registrado por la RAE ni la @ como sexta vocal. Tiene que ver con el uso de esta grafía para solventar un problema social. Es un asunto importante y controvertido. No sé cuál será la solución final. La práctica más frecuente consiste en acortar la expresión 'los niños y las niñas' por alguna de éstas:

El primero sería un ejemplo de arrobancia. El segundo, de originalidad. En realidad, esto no deja de ser un parche. Se ha intentado solucionar un problema creando otro. Tanto en la Administración como en el ámbito educativo y en otros sectores de la sociedad observo la rápida penetración y el empleo de esta grafía para ese fin. La correspondencia fónica es harina de otro costal. En un ambiente coloquial, no formal, puede entenderse. Sin embargo, cuando se usa en cosas serias habría que tener más cuidado. El grado de ortodoxia puede llegar a extremos inconsistentes, en los que uno no sabe muy bien si lo que se pretende conseguir es una equidad de género o simplemente llamar la atención. Este ejemplo estaba colgado en un pasillo de una empresa.

Hay otro ejemplo curioso. Si se quiere abrir una cuenta de correo electrónico con arrobancia, el sistema informático no lo va a permitir. Los protocolos de correo sólo admiten una arroba entre el nombre y el dominio:

¿ contratad@s@unaempresacuriosa.com ?

Dado que el español es una lengua en expansión, si se aceptara la arrobancia como la mejor solución, no estaría de más que el Gobierno desplegara una ofensiva diplomática ante los organismos internacionales que 'controlan' Internet en defensa de alguna de estas propuestas:
  1. La inclusión de arrobas de género en una dirección de correo.
  2. El uso de otro signo exclusivo para identificar las cuentas de correo.
  3. El uso de arrobas en los dominios multilingüe.
En informática todo es posible. Nada es estable ni definitivo.

Hace un par de años tuve una experiencia singular relacionada con este asunto. Aprendí mucho de ella. Un día recibí un folleto procedente de un departamento de la Administración encargado del área deportiva. El documento tenía membrete oficial y todo el formalismo que suele ser habitual en un texto administrativo. Sólo había algo anormal: la arrobancia. Cada vez que hacía referencia a los niños y las niñas, el redactor había estampado el cuño que todos conocemos. Incluso, llegué a pensar que la reiteración y el énfasis que ponía en esa forma expresiva respondía más a una moda del momento que a resolver el verdadero problema. Hay un sexto sentido que así me lo hizo ver.

De inmediato, envié un escrito de queja pidiendo explicaciones por tanta arrobancia. Recibí una respuesta que contesté con más contundencia. En la Administración y en el ámbito educativo debe usarse exclusivamente la lengua oficial del Estado, de acuerdo con las normas que establecen las instituciones académicas. Para eso están. Y si no, cambiemos el reglamento.

Bendita arroba.

7 de enero de 2009

NTIC y TIC

Con esto de las siglas vuelven loco a un santo. Hoy son unas, ayer fueron otras y mañana... Dios dirá. TIC y NTIC hablan de lo mismo pero en momentos distintos. Lo que hoy se llama TIC ayer se llamaba NTIC.

Las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación han dado paso a las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Es más que un juego de palabras. Antes de seguir, es conveniente hacer una precisión. Para abreviar, hemos singularizado esas siglas. Hecha esta convención, surge una paradoja.

Resulta curioso que el término NTIC sea anterior a TIC. Parece que lo lógico es que fuera justamente al contrario. Las Tecnologías evolucionan hacia Nuevas Tecnologías. Eso nadie lo discute. Sin embargo, el problema es otro.

Hay dos razones que 'justifican' el empleo de TIC en detrimento de NTIC:

Objetivas y subjetivas

El ritmo tan vertiginoso que caracteriza al sector tecnológico de nuestra sociedad propicia que se evite hablar de NTIC. Lo que al amanecer consideramos nuevo, puede estar anticuado al atardecer. Nunca llegaríamos a saber con exactitud qué es realmente lo nuevo. Me encontraba en una gran superficie tecnológica. Aquella tienda estaba abarrotada de niños. En una zona pude observar consolas de diferentes fabricantes: PSP, Wii, Xbox. Como el dependiente estaba ocupado, le pregunté a uno de los niños: ¿Eso qué es? Me contestó: ¿Usted de dónde viene? Enseguida me puso al corriente. Me dijo el nombre del fabricante, el año de aparición, las características técnicas, precios, juegos disponibles, lo que se avecina...

Las diferencias económicas, culturales, sociales, educativas, así como la experiencia o inexperiencia de cada individuo, aconsejan también que se use sólo el término TIC. El retroproyector fue considerado un producto de nueva tecnología en la Segunda Guerra Mundial. Lo crearon los americanos para instruir a sus tropas. Si ahora se lo presentamos a alguien que nunca lo ha visto, podría pensar que se trata de un nuevo invento. Por contra, si a un alumno de nuestro entorno le decimos que un pendrive es lo último que ha salido al mercado, posiblemente se parta de risa.

Ante eso, se ha optado por el término TIC, con independencia de cualquier característica temporal o innovadora.

Detrás de este asunto también se esconde un problema complejo. La brecha digital es difícil de controlar y corregir. Algunos han querido maquillarla dándole bombo y platillo a estas siglas. Cuando hay una herida abierta, no es suficiente con un apósito externo. En realidad, la cuestión fundamental no es de siglas sino de igualdad de oportunidades en el acceso a los nuevos medios. Ya hay investigaciones que lo ponen de manifiesto. La alarma ha sonado. El desarrollo de la Sociedad de la Información está marcando diferencias entre unos ciudadanos y otros. Si no se pone remedio, esa brecha será cada vez mayor y estaremos ante una nueva asignatura pendiente de la sociedad digital.

Benditas siglas.

6 de enero de 2009

Papel de regalo

Hoy he madrugado más pronto que de costumbre. Ha sido la noche más corta del año. Venían los Reyes Magos. A la entrada de mi casa dejé un zapato y tres copas de Ponche Caballero para que brindaran. Era una noche diferente, única.

Siempre les he profesado mi admiración y respeto. Mientras dormía, soñé con ellos y me hice varias preguntas infantiles:

  1. ¿Si son reyes y tienen el mismo rango, por qué siempre va uno delante, otro en medio y el tercero atrás?

  2. ¿Por qué Melchor es el primero y Baltasar el último?

  3. ¿Por qué no van en orden alfabético?

  4. ¿Será un problema de protocolo? ¿De racismo? ¿De competencia lingüística?

El próximo año se lo preguntaré al gabinete de comunicación de Sus Majestades.

Cuando desperté ya se habían ido, hacia el Oriente de los conflictos. El olor a dromedario invadía mi casa. Era inconfundible. La botella de Ponche no la volví a ver. De verdad, habían estado allí. Este año sólo pedí una cosa. Sin embargo, me dejaron dos. Detrás de un papel de regalo se escondía una ilusión, un misterio, una sorpresa. ¿Qué será? Estaba nervioso. Lo abrí con prisa. Casi lo rompo. El papel era precioso. Era el primer regalo. Yo no esperaba otra cosa. Me conformo con poco.

Era un papel brillante, especial, aterciopelado, ignífugo, impermeable, decorado, muy fino, no contaminante, reciclable... Era un papel de diseño. Seguro que en su interior estaba mi regalo preferido.

Así fue. Me han dejado un calentador digital para preparar mis infusiones sin tener que abandonar el ordenador. Es una maravilla. Funciona sin pilas, sin energía externa, sin placas fotovoltaicas. Sólo se abastece del propio equipo. Su principal cualidad consiste en que es un mensaje en sí mismo.

Ya lo dijo McLuhan: "El medio es el mensaje."

Bendito USB.

5 de enero de 2009

PowerPointología

La PowerPointología es una ciencia moderna, con un cuerpo de conocimientos en expansión y con escasa tradición investigadora, por el momento. Cada vez tiene más seguidores. Como toda ciencia, consta de un objeto de estudio y un método.

Hace un par de semanas tuve la suerte de asistir a una conferencia sobre la implantación de las tecnologías de la información en personas de avanzada edad. Es un asunto muy importante porque se trata de un segmento de población donde la brecha digital puede ser sangrante.

La ponencia estaba apoyada en un montaje minuciosamente calculado. En realidad, aquello derivó hacia otros derroteros. El binomio proyector multimedia + PowerPoint se convirtió en el argumento central de la charla. Desde los primeros minutos me temí lo peor. Una hora más tarde lo pude confirmar. Algo raro estaba pasando.

El conferenciante demostró un conocimiento exhaustivo de este recurso. La presentación constaba de 45 diapositivas con todo lujo de efectos visuales y sonoros. Había fundidos espectaculares, muy bonitos. No faltaba ninguno. Transiciones a mansalva, barridos multidireccionales, elementos móviles que emergían y desaparecían por arte de magia... Una enorme masa textual invadía cada fotograma. El tamaño de las fuentes era minúsculo y el ritmo de la charla muy acelerado. La paleta de colores no daba abasto. El aspecto era el de una gran exhibición pirotécnica pero con 'pólvora' digital.

En un momento dudé si estaba en aquella conferencia o en la inauguración de los Juegos Olímpicos. Luego pude comprobar que no fui el único que tuvo esa misma percepción. No es la primera vez que me pasa. Terminada la charla, me dirigí al ponente y lo felicité por su brillante y seductora proyección. Sin embargo, un anciano analógico que estaba a mi lado puso el dedo en la llaga: ¿Por favor, me puede usted decir de qué iba la conferencia? ¡Muy agudo!

Siempre he pensado que el coche, como medio de transporte, ha sido un gran invento. Incluso, habiendo accidentes, nadie se cuestiona su utilidad. Ese mismo coche, utilizado con riesgo y sin precaución, puede poner en peligro la integridad física de las personas. Cada día veo motoristas atrevidos que se esmeran en demostrar sus 'habilidades' sobre las dos ruedas.

El cañón multimedia es un magnífico invento. PowerPoint, también lo es. La cuestión de fondo es que ambos son medios, no fines. Es importante no perder de vista esta perspectiva. El problema se agudiza cuando un artillero con excelente puntería usa el armamento, sin tregua, para lanzar cargas con munición enriquecida. El resultado es letal.

Bendita paz.

Tilde

No siempre le concedemos la importancia que tiene. Es un signo ortográfico, insignificante para mucha gente, que desempeña una función esencial en el significado. Los maestros que tuve en mi infancia siempre me corregían cuando omitía alguna tilde o cuando era demasiado generoso con ellas. Ahora me ocurre lo mismo: en ocasiones las pongo donde no van y en otras no las coloco donde debieran ir. Luego me di cuenta de que las mayúsculas tampoco la llevaban. Hasta que, más tarde, alguien me dijo que las mayúsculas sí llevan tilde, incluso las de los periódicos.

Eran las diez y media de la mañana. Me encontraba en una conocida cafetería de lujo. Mientras me servían un cortado, veo dos carteles muy sugerentes que incitan a la consumición de exquisitas variedades de té oriental. Eran parecidos pero no iguales.

En uno decía "Té frío" y en el otro, "Te frío". Al leer el primero me entró un intenso escalofrío, a pesar de que iba bien abrigado. Apenas había observado el segundo y casi me abraso. Nunca había visto un contraste térmico tan fuerte en dos mensajes tan próximos. Así que, solicité una entrevista de urgencia con el director de la cafetería.

Cuando aquel hombre se percató de lo que ocurría, comenzó a generar un sudor templado que le inundó la frente y la espalda. No le pedí el libro de reclamaciones, no sea que se ahogara en su propio sudor. Simplemente le dije que el té me gusta caliente pero no tan caliente como para que me frían. Tuve la suerte de no encontrar un tercer cartel que pusiera "Te frió". De haber sido así, ahora no hubiera podido contarlo.

¿Es sensible la RAE a este problema? Es como tú lo sientas. Si se permite escribir frio en lugar de frió, entonces la cosa cambia. Al prescindir de la tilde, la temperatura del aceite será algo menor. Y si te han frito (o freído) las consecuencias ya no son tan graves.

Bendito té.

4 de enero de 2009

Controversia: es Navidad

El término 'controversia' me lo sugirió un amigo. La apelación a la 'Navidad' es aportación mía. Los uní y obtuve más controversia. Verás.

Cada año cuando se aproxima la Navidad me echo a temblar. Es una fiesta que ha ido cambiando con el transcurso del tiempo. Prefería la Navidad de mi infancia. Hacía más frío y había menos comodidades. Incluso el turrón tenía otro sabor. La Wii no existía y el microondas era un sueño.

Ahora me cuesta más disfrutar de la Navidad, tal vez porque me hice una imagen equivocada de esta fiesta. Pensaba que en la Navidad yo siempre sería un niño. Sin embargo, el tiempo ha puesto las cosas en su sitio y me ha demostrado que no es así. Antes, tenía a mi lado a mis padres, a mis tíos, a mis abuelos... Ya se han ido. Ahora, casi no me tengo ni a mí mismo.

La Navidad de antes era más tranquila, porque era Navidad. En la de ahora, la gente se endeuda, se altera, se pelea y hasta se mata. Las razones son diversas: herencias no agradecidas, exceso de alcohol, incomprensión, infidelidad, violencia salvaje... Muchos hermanos no se ven durante el año y aprovechan la Nochebuena para organizar discusiones familiares que no conducen a nada. Sin embargo, unos minutos antes han tenido la delicadeza de desearse: ¡Feliz Navidad!

Ahora celebramos una Navidad enferma porque estamos diseñando una sociedad emocionalmente enferma. Al menos, en eso somos coherentes. Veo a la gente por la calle con mala cara, con tristeza, con apatía... Todo el mundo va mirando para el suelo, olfateando el asfalto en busca de un regalo que nadie necesita o de un capricho prescindible. Es una Navidad más artificial. Es la Navidad del consumo innecesario y de la publicidad persistente.

Las grandes superficies se obsesionan por hacer el 'agosto' en la Navidad. Deben ser las consecuencias del cambio climático. Estamos ante un hecho irreversible. Ahora, una tableta de turrón se desliza peligrosamente dentro del envoltorio, como si de un iceberg sin rumbo se tratara. La caja le queda más ancha que nunca. Antes no era sí: el volumen de la tableta coincidía con el del envase. Es una Navidad mermada, una Navidad sin 'peso'.

Los políticos nos desean en estos días lo mejor, cuando muchos de ellos están el resto del año celebrando su Navidad. Es la Navidad de las sonrisas fotogénicas y de los contrastes. De la subida de la luz y de la hibernación de los sueldos. Sencillamente, una Navidad mediática pero sin mensaje. Es el nuevo espíritu de la Navidad.

Tal vez la Navidad de ahora sea la Navidad de los animales. Lo digo porque son los usufructuarios de una ingente cantidad de comida que preparamos y tiramos sin ton ni son. Es la Navidad de la repetición de plato. Desde la Nochebuena hasta después de Reyes, día tras día, estamos tomando el mismo caldo o el mismo festín. Es la Navidad de la dieta equilibrada.

La Navidad de antes tenía un sello inconfundible, hogareño y matriarcal.
La de ahora ha evolucionado hacia nuevas tendencias. Antes, después de la cena, todo el mundo se quedaba en casa. Ahora, aún sin saborear el postre, salimos disparados en busca de otra diversión. La de antes era un canto obligado a la sobriedad. La de ahora es una libre sinfonía al gasto. Recuerdo una imagen infantil que nunca se me ha borrado. Cuando mi madre me daba una peladilla, yo la chupaba despacio, muy despacio, procurando que me durara hasta la víspera de Reyes. Ahora, la gente ya no se entretiene en masticar. El verbo que está de moda es tragar y tragar. Y si se hace de forma rápida e irreflexiva, mejor.

Bendita peladilla.

3 de enero de 2009

Mensajes en crisis

No sé si has oído hablar de Riplay. No es un término del argot tecnológico. Es el nombre de un psicólogo americano experto en ventas. Hace tiempo que cayó en mis manos un libro con un magnífico mensaje hecho por él. El primer destinatario era un ciego que pedía limosna en una boca del metro. En realidad, los verdaderos receptores fueron otros.

El invidente se ponía cada mañana en la misma entrada. Era un personaje muy conocido por los transeúntes que habitualmente pasaban por allí. Riplay era uno de ellos. Un día se detuvo ante él y le propuso un asunto interesante.

El ciego recibía alrededor de doce dólares por semana. Su discapacidad sensorial la difundía mediante un sencillo cartel que alguien le había escrito:

Cuando Riplay lo leyó, le preguntó:

--¿Cuánto recauda usted cada mañana? ¿Le gustaría aumentar esos ingresos?

La respuesta fue inmediata y la esperada. Así que, al día siguiente estrenó un nuevo cartel:

La repercusión del mensaje no admite discusión. El ciego multiplicó sus ingresos a base de activar la fibra sensible de aquellos transeúntes anónimos. A todas horas nos bombardean con mensajes diversos que intencionalmente no buscamos. La publicidad, los políticos, los medios de comunicación, el jefe o la jefa... Tan sólo unos pocos llegan al hemisferio cerebral derecho en condiciones de provocar una respuesta emocional carente de cualquier análisis previo. Los demás, han entrado por un oído y han salido por el otro. Por supuesto, algunos ni siquiera han logrado atravesar el cristalino.

El asunto es preocupante porque en ámbitos como la educación o la información pudieran darse resultados no deseados. Si el mensaje previo no apela, si no hay gancho, difícilmente entrará la información, la idea o el concepto. Y si no hay información, no hay conocimiento. La primera es la antesala del segundo. El problema es muy complejo.

Durante 32 años he comprobado que no existe una correlación entre lo que se enseña y lo que se aprende. Se puede enseñar mucho y bien pero si quien recibe el mensaje tiene bloqueado algún hemisferio o interés, poco puede hacerse. Tampoco se da esa correspondencia entre la producción informativa y la asimilación de la información. Disponer de más información no significa estar mejor informado.

Cada día, cuando consulto los medios de comunicación voy buscando aquello que no encuentro. Me ofrecen una barbaridad de cosas pero, sencillamente, la mayor parte no me interesa. El periodismo convencional tiene una agenda propia, muy rígida e inerte al cambio. Siempre es la misma: el político de turno, el 'chorizo' famoso o el vedetismo de un locutor... Desde hace años, me está pasando algo anormal. No leo la prensa para saber qué me dice sino cómo me lo dice. Y si me engancha, entonces voy al qué. En eso me entretengo. En realidad, la noticia la conozco desde el día anterior o desde hace meses. Ya nada nos coge por sorpresa. Todo es posible. Por tanto, muchas noticias ni siquiera lo son.

Me dicen que sube la electricidad o que hubo un niño que fue el primer recién nacido del año. Eso ya lo suponía. Todos los años me cuentan lo mismo. Los problemas de la gente, lo inédito, hay que buscarlo en otras coordenadas. Tal vez la alternativa sea un periodismo a la carta. Comer bien cuesta caro. Ese periodismo de siempre puede que tenga cada día menos seguidores. Su supervivencia habrá que apoyarla en una profunda revisión de la agenda, en nuevos mensajes o en la forma de atraer a los lectores. Si dar una limosna más generosa es la respuesta a un nuevo mensaje, acercarnos a los medios también tiene que serlo.

Bendito Riplay.

2 de enero de 2009

Tarjetas navideñas

Nunca me han gustado los mensajes de felicitación que venían en las tarjetas de navidad. Tampoco soporto los que se envían ahora a través del teléfono móvil, aunque confieso que he caído en esa nueva costumbre. Los primeros incurrían en el tópico de siempre y los segundos exceden de la superficie de la pantalla con bastante generosidad.

Supongo que no hemos aprendido a trasladar los mejores deseos con otras palabras. Tal vez sea porque no hay una fórmula mejor. Los mensajes de navidad deben estar contextualizados con la situación social, económica o personal de cada destinatario. No deben ser impersonales. ¡Feliz Navidad! ¡Próspero y venturoso Año...! ¡Felices Fiestas! Son tres ejemplos conocidos. Pensamos que valen para todo el mundo. Sin embargo, hay que tener un sutil sentido del humor para decirle a un amigo o a una amiga 'Felicidades', cuando resulta que la crisis le ha hecho perder el puesto de trabajo o la otra crisis ha pulverizado el Día de Navidad su relación matrimonial o de pareja. El christmas lleva implícita una dosis de perversidad asombrosa.

Así que, este año he hecho examen de conciencia. Todos los mensajes que envié a amigos y amigas de quienes no sé nada desde hace siglos tenían una nueva configuración. Con ellos quise iniciar un estudio sociológico, de esos que se realizan de vez en cuando para pulsar el estado actual de la cuestión. Elaboré dos modelos: uno para los chicos y otro para las chicas. Procuré que el texto apelara a problemas reales, a vivencias y situaciones de la gente. Como puedes imaginar, el resultado fue contundente:

De ellos no recibí respuesta. Interpreto que las causas son obvias. Sin embargo, ellas me colapsaron el móvil antes de que sonaran las doce campanadas.

El perfil de los mensajes que recibí era heterogéneo. Todos, muy bonitos. Uno de ellos parecía estar inspirado en la mística castellana del siglo XVI. En un instante, creí que me encontraba ante un texto de San Juan de la Cruz. Otro, tenía aspecto de una declaración formal de 'guerra'. Un tercero, pensé que provenía de Unelco-Endesa, porque deseaba que una luz me iluminara en la Navidad y que 2009 fuera un año lleno de energía. Ninguno tenía menos de 160 caracteres. Hemos pasado de un extremo al otro, del tópico y la sobriedad a una mensajería más amplia y variopinta.

Benditos mensajes.

Papas y astronomía

No pienses mal. No voy a hablar del Papa sino de la papa. 2008 se ha ido. Por tanto, ha terminado el Año Internacional de la Papa. 2009 acaba de comenzar y nos trae una buena noticia: es el Año Internacional de la Astronomía.

Papas y astronomía guardan entre sí una intrínseca relación. Más de la que pudiera pensarse a primera vista:

  1. La papa es un producto del campo, fruto de la constancia y cosecha de nuestros agricultores. Tradicionalmente, el campesino siempre ha mirado al cielo, a los astros. Las sociedades urbanas miran para otro lado.

  2. La papa es como un pequeño meteorito, sobre todo cuando está cruda. Si tienes el infortunio de desconocer su trayectoria, te puede destrozar las narices y mandarte a otra galaxia.

  3. Las papas forman agrupaciones, como las estrellas. Autodate (out of date), chineguas (King Eduard), azucenas, bonitas o negras...

  4. 100 gr de papas proporcionan unas 100 calorías. Como siempre, vienen de 'arriba'.

  5. Hay 'papas calientes', igual que algunos astros. Muchas constituyen el menú habitual de la clase política.
Papas y astronomía son esenciales en la sociedad. De unas nos alimentamos y con la otra descubrimos los misterios del más allá.

Bendito universo.

1 de enero de 2009

Pata negra

Era el 24 de diciembre. Un día importante para mucha gente. A eso de las diez y media me dirigí a comprar 200 gr de pata negra y otros 200 de lomo embuchado. Por la noche estaba invitado, con 24 personas, a una cena singular. De antemano, pensaba que en aquella compra se me iba la paga extraordinaria. Sin embargo, me equivoqué.

Estaba en una charcutería de referencia, muy conocida y valorada. El dependiente, experto en jamones, me ofreció el mejor que tenía y me dijo que el precio se había mantenido estable durante los últimos nueve años. Entonces, le indiqué que me pusiera 225 gr. La cola llegaba hasta la calle. Detrás de mí esperaba su turno un ilustre economista.

Por unos minutos, entramos en conversación. El asunto recurrente y circunstancial fue el precio del jamón. Me hizo ver que la deflación (que no es lo mismo que la desinflación) puede ser tan peligrosa para la economía como la inflación incontrolada. Por lo que pude entenderle, la gente ya no toma leche ni huevos ni arroz... Ahora está de moda el jamón, que es lo más barato.

El otro día pude constatar la bajada de precios en otros productos de 'primera' necesidad. Renové el antivirus de mi ordenador y me costó un euro menos que el año anterior. Eso me preocupó porque donde lo compré ya habían despedido a cuatro trabajadores. A pesar de todo, dicen los entendidos que lo más rentable y seguro es invertir en antivirus y pata negra. Hasta la radio difunde que es un plato preferido de Fidel. No acabo de entenderlo, a no ser que el mundo y la economía estén patas arriba.

Cierro con esta cita, extraída de un comentario al libro de Jorge Wagensberg:

"Y el universo se explica con Shakespeare o por el jamón de pata negra. No
hay lugar para la certeza, más que para asegurar la incertidumbre."

Bendita pezuña.

Créditos

Lo escuché hace algún tiempo.
Si tienes que pagar un crédito, no lo hagas con otro crédito.
Eso te endeudará aún más.
Por tanto, no desvistas a un santo para vestir a otro.
Es probable que el segundo tenga más talla que el primero.

Bendita observación.

Prefacio

Estoy que no quepo. Nunca había tenido una experiencia blogueadora tan exitosa. Acabo de inaugurar mi bitácora y me doy cuenta de que, por fin, soy protagonista de mí mismo. En los cinco primeros minutos me han visitado cincuenta millones de usuarios. Todo un sueño. Antes, había escrito un libro, plantado un árbol y tenido dos hijas. Sólo me faltaba ser padre por tercera vez. Ha nacido un blog. Otra boca que mantener. Por tanto, me siento el ser más feliz de la red. El engendro aún es pequeño, un poco ingenuo, algo feo y sin demasiado parecido con sus progenitores. Supongo que cuando crezca, será autónomo, lindo y tendrá un estilo propio.

A partir de ahora no daré el coñazo a mis lectores seleccionados e 'impuestos'. Tampoco les enviaré mis disquisiciones a través del correo electrónico. Aquí estoy. Si quieres me lees y si no, dedícate a otra cosa. Lo más práctico es que te decantes por lo segundo. Yo haría lo mismo. Con desenfado, ironía, humildad y mucha paciencia pretendo difundir -Urbi et orbi- mis testimonios, inquietudes e ignorancia sobre la sociedad en la que vivo, la sociedad de los atascos y la desinformación.

El apasionante mundo de la comunicación da mucho juego y nos ofrece cada día una nueva oportunidad para analizar, criticar e interpretar lo que algunos callan. Unos lo hacen a través de los medios convencionales, los que pueden. Otros nos adherimos al pluralismo no clientelista de la red. Si en una radio local no me dejan hablar de mi querido tranvía, desde aquí podré hacerlo con plenitud, más cuando la rigidez de alguna escaleta insularista restringe la libertad de expresión.

El invento es fantástico. Por eso, estoy inmensamente agradecido a Tim Berners Lee, Jakob Nielsen y a cuantos han hecho posible el milagro de internet y su desarrollo exponencial y cualitativo. Versatilidad y comunicación van cogidas de la mano. Un reportaje o una crónica, una opinión o una denuncia, una enseñanza o un aprendizaje... Todo tiene cabida. Me pueden leer desde el entorno inmediato o desde la distancia sideral. Ya no hay barreras. Ni de Agando al Amazonas ni de Taguluche a Terranova...

Me preocupa escribir para la web. Ni sé ni nunca lo había hecho. Steve Krug me ha dicho que no es tan sencillo, aunque todo el mundo lo practica. Tendré que aprender a ser sobrio, claro e intuitivo. Comedido con la barra scroll. He de evitar el uso de elementos móviles que distraigan, para ir al grano. Procuraré no decir 'hubieron' o 'estuvistes'. Pero no lo garantizo. Declararé una cruzada perdida contra la arroba, a sabiendas de que l@s niñ@s ya la usan en nuestras escuelas. Seré polémico porque me gusta navegar contracorriente. Y siempre cometeré los mismos errores, que son consustanciales con la condición humana. Cada vez que me siento delante del teclado el terror me invade. Escribir es una tentación pero no deja de ser un problema, sobre todo cuando en el otro monitor hay alguien exigente que lee con espíritu crítico o con 'lupa'.

Una advertencia: no te asustes. El contenido de este blog es inocuo. Tiene tanto de veneno como de originalidad. La mitad proviene de otros. La otra mitad la he copiado. Aun así, si sigues leyéndome, tendré más motivos para seguir escribiendo. En realidad, mi propósito es producir una nueva bobería cada cinco minutos. Para eso me pagan. Al fin y al cabo, debo pensar que siempre puede haber alguien por ahí que no tenga otra cosa más importante que hacer. Ya lo sabes, sin ti no soy nadie.

Bendita locura.